VOLVIENDO A TU LUCHA

Usando la Fuerza que el Espíritu de Dios Te Ha Dado

El apóstol Pablo nos exhorta, “Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos.” (1 Timoteo 6.12) Pablo vivió el tipo de lucha que él describe. Cerca del final de su ministerio, pudo presumir, “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.” (2 Timoteo 4.7).

Pablo estaba de lleno en su batalla hasta su ultimo día. Así mismo fueron siglos de ancestros espirituales quienes murieron en su batalla. El escritor de hebreos les dijo, “que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros.” (Hebreos 11.33-34).

¿En qué lucha de fe has sido puesto? ¿La has perdido? ¿Te has visto tan sobrepasado que te has desanimado, dudado, te has quedado perplejo, o te has vuelto un soldado pasivo de la cruz? Si es así, es tiempo de ponerse de pie otra ves y luchar la buena batalla.

Jacob es un buen ejemplo de como ponernos de nuevo de pie para la batalla. Cuando el profeta Oseas quería desafiar a Israel por su condición espiritual cobarde, les recordó a Jacob. “En el seno materno tomó por el calcañar a su hermano, y con su poder venció al ángel. Venció al ángel, y prevaleció; lloró, y le rogó; en Bet-el le halló, y allí habló con nosotros.” (Oseas 12.3-4).

En un breve pasaje, Oseas reveló el secreto para retomar la batalla y prevalecer con Dios para superar cada batalla de la vida.

El nacimiento de Jacob nos revela que él era un luchador, ansioso de superarse y obtener la bendición de Dios.

El hermano gemelo de Jacob, Esaú, fue el primero en salir del vientre de su madre. Al momento de salir, sin embargo, la pequeña mano estaba tomando fuertemente el tobillo de Esaú. Era la mano de su hermano gemelo, Jacob. Un instinto de Dios estaba en ese niño, como si estuviera diciendo, “¡Hermano, quítate del camino! Si tu no quieres la primogenitura de esta familia y la llenura de Dios, YO SI.”

La primogenitura en la familia que Jacob buscaba representaba toda la bendición que nosotros tenemos en Cristo Jesus. Yo creo que Jacob no estaba buscando solo la doble porción de la herencia de su padre. El deseaba algo mas. Él quería la bendición de Dios para estar en el linaje del Mesías y tener el privilegio de bendecir a otros.

Este tipo de deseo de Dios es necesario en los creyentes de hoy en día. Dios quiere que se levante gente que no solo se concentre en su persona, poseyendo una linda casa o conduciendo un lindo carro. Él busca a esos que codician la bendición de Dios para poder bendecir al mundo.

El hermano de Jacob, Esaú era lo opuesto. Su vida representaba todo lo que Dios odiaba.  Esaú vivía solo para sus propios apetitos, placeres, y autosatisfacción. El nunca consideró el propósito eterno de Dios. “Yo os he amado, dice Jehová; y dijisteis: ¿En qué nos amaste? ¿No era Esaú hermano de Jacob? dice Jehová. Y amé a Jacob, y a Esaú aborrecí, y convertí sus montes en desolación, y abandoné su heredad para los chacales del desierto.” (Malaquías 1.2-3).

En contraste, Jacob vivía para los propósitos de Dios, y su mano en el tobillo de su hermano al nacer hizo una gran declaración. Él estaba diciendo: “Me sostendré de tal manera que cualquier cosa que me separe de Dios, la resistiré, luchare con ella y seré victorioso. Yo nací para ser un canal de las bendiciones de Dios.”

Jacob paso años de su vida peleando para obtener y mantener la bendición de Dios. Este mismo deseo de pelea debería de estar en todo el pueblo de Dios. Si usted no tiene hambre de Jesús – si solo quiere llegar al cielo y no ser molestado para ayudar en las necesidades de los demás – entonces usted no tiene nada por que pelear. Usted se ha hecho un objeto fácil para el diablo, quien sabe que usted no resistirá sus embestidas.

Nos han dicho que a pesar de su pecaminosa carne, “y con su poder (Jacob)  venció al ángel” (Oseas 12.3).

Jacob había engañado a su padre, Isaac, en darle la bendición de la primogenitura a el en ves que a Esaú. Años más tarde, él pensó que pagaría por su engañoso acto cuando supo que su hermano estaba yendo hacia él con 400 hombres a caballo, pareciendo una venganza. “Entonces Jacob tuvo gran temor, y se angustió” (Genesis 32.7). En esa hora de soledad, Jacob debió de haber llorado, “Oh Señor, estoy por perder todo. ¡Mi vida pende de un hilo!”

En ese preciso momento recibió la palabra reconfortante de Dios; El Señor vino a luchar con él, como si fuese un enemigo. “Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba.” (32.24) El “Varón” mencionado en este versículo, los teólogos piensan que era el Señor mismo, luchando con Jacob.

Este pasaje contiene una de las mas grandes lecciones que un cristiano puede aprender. Nuestra batalla nunca es con la gente – no son con nuestros compañeros de trabajo, ni con nuestros vecinos, ni contra nuestros familiares que son inconversos – sino con Dios mismo. Verás, cuando arreglamos las cosas con el Señor, alineando nuestras vidas con su justicia, no importará que batallas enfrentes en tu vida. Todos los demonios del infierno no pueden hacer mella en lo que Dios quiere hacer a través de nuestra batalla.

La batalla mas grande de Jacob no era con Esaú. Era con el Señor, y Dios tenia algo específico en mente a alcanzar a través de esta lucha. Verás, Jacob jamás estuvo en peligro con Esaú – nosotros descubrimos esto más adelante en la historia – sin embargo, estaba en peligro por sus propias debilidades. Dios sabía que el carácter de Jacob era inadecuado para enfrentar las cosas que vendrían mas adelante en su vida. Esa es una de las razones por las que Dios vino a luchar con él. El Señor estaba sirviendo como el entrenador de Jacob, un compañero de lucha para formarlo y hacerlo un luchador fuerte que prevalecería ante cualquier enemigo.

¿Cuántos cristianos jamás han sido probados o entrenados a través de dificultades? Escuchamos muchas platicas sobre guerreros de oración, pero tristemente muchos de ellos jamás han estado verdaderamente en batalla. En efecto, cuando los tiempos difíciles vienen, muchos creyentes huyen de la batalla. Santos profundamente probados, son líderes de la guerra en los últimos tiempos de Dios. Él provoca la lucha divina contra aquellos, y a través de la obra del Espíritu Santo los transforma en guerreros probados. Entre mas intensa la batalla, mayor es la obra que Dios ha planeado para ellos.

Usando la Fuerza que el Espíritu de Dios te ha dado.

Jacob se entregó en cuerpo completo a la lucha con el ángel, usando toda su habilidad humana. Un espíritu de lucha se levantó en él, y “y con su poder venció al ángel.” Oseas 12.3. Este versículo tiene gran significado para todos aquellos que quieren prevalecer en la oración. Jacob prevaleció: “Por su fuerza”, y así también usted y yo. Esa fuerza viene del Espíritu Santo. “fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad” (Colosenses 1.11) “para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu” (Efesios 3.16).

La pregunta que Oseas les hace a los creyentes es, “¿Estas utilizando la fuerza que se te ha dado?”

Oseas dijo, “Pleito tiene Jehová con Judá para castigar a Jacob conforme a sus caminos; le pagará conforme a sus obras.” Oseas 12.2 ¿Cuál fue la controversia que Dios tenía con Israel? La misma que tiene hoy en día con su pueblo. En breve, es flojera espiritual. Queremos milagros, bendiciones y liberaciones, pero sin costo, sin esfuerzo.

¿Quién entre los creyentes quiere luchar con él para ver su reino venir a la tierra? ¿Quién quiere orar toda la noche, peleando con su propio espíritu, clamando y llorando al Señor? ¿Quién disciplinará su carne para buscarlo a él, trayendo su cuerpo bajo sujeción para pasar horas ayunando? ¿Quién está tan comprometido con agradar a Dios que se desespera por ser liberado de sus hábitos y lujuria, luchando hasta que Dios rompa todas las cadenas?

Betel, donde Jacob luchó con Dios, es un símbolo de nuestra vida de oración, el lugar donde vamos a encontrarnos con Dios. En Betel, Jacob declaró, “Y despertó Jacob de su sueño, y dijo: Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía” (Genesis 28.16). Betel es “casa de Dios”, simbolizando un lugar para ver a Dios. “Venció al ángel, y prevaleció; lloró, y le rogó; en Bet-el le halló, y allí habló con nosotros.” Oseas 12.4

¿Qué nos habló Dios en Betel? Las palabras dadas a Jacob aplican para cada generación: “He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho” (Genesis 28.15). En otras palabras, “Estoy contigo desde hoy, a donde quiera que vayas”. Si ese tipo de promesa no le da a los siervos de Dios un espíritu de lucha, entonces… ¿qué lo hará?

Betel es nuestro lugar secreto de oración, el lugar donde vamos en nuestro tiempo de angustia. El Señor nos esta diciendo hoy, “Cada vez que estés en peligro o angustia, corre al altar. Clama a mí, y ahí te veré.” Cuando estés encerrado con él, bloqueando cualquier otra voz o ruido, tu oirás su voz. Esto sucede cuando tú estas cara a cara ante él, luchando y llorando de la siguiente manera: “Señor, no te dejaré ir hasta que escuche tu voz que me dice que tú estás conmigo.”

¿Ahora entiendes porque Dios está instando, “Anda, pelea”? Es muy simple, porque él te ama. Él quiere que clames y obtengas todas sus bendiciones. Así que levántate en fe y ánclate a sus promesas. Te ha dado su fortaleza. Ahora úsala. Tú veras su reino venir a la tierra. Amen.